lunes, 12 de mayo de 2014

LA PIEDRA DE MOLER


  


Margaret Drabble utiliza el título como metáfora de un embarazo involuntario y llevado a término contra todas las expectativas. El proceso de la gestación en un estado de ambivalencia, rodeado por una serie de anotaciones de índole social. Integrarse a esa otra esfera humana, la maternidad cambia el tono hacia la introspección, el cuestionamiento interno y el análisis social; un lente minucioso que diseca la intimidad de una mujer solitaria.

 Las heroínas de Drabble, estas brillantes mujeres -capaces, analíticas e inteligentes- no lo son tanto al enfrentarse a las relaciones humanas y al amor, como tampoco lo son sus contrapartidas masculinas, sujetas a las mismas indecisiones. En ellas existen los conflictos intemporales de comunicación, afecto o trascendencia, pero también -mucho más evidentes- los de la mujer contemporánea: la maternidad como esclavitud o gozo, el matrimonio como atadura castrante o compañía, la libertad sexual como desencanto o gratificación, la necesidad de independencia económica como elemento inherente a la dignidad, la familia como una incógnita sin resolver en el panorama del abismo generacional.






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